jueves, 10 de diciembre de 2009

Instantánea VIII

Está enfrente mío pero no me mira, mira el piso, aunque ahora sí, levanta la vista y sin embargo sigue sin mirarme, mira a la nada, a un punto al que no llego. Ya me dijiste varias veces que esto iba a pasar, lo sé, no me equivoqué, pero tenía la esperanza de que sucediera. Como siempre tenés la razón, te encanta tenerla, siempre fue así, desde que éramos chicos pero él no tiene la culpa, no, no la tiene y eso vos lo sabés. No entiendo, nunca entendí porque me metés a mí en el medio. Toma su libreta amarilla del bolsillo, saca la birome azul, la destapa y guarda el capuchón. La abre y escribe muy despacio, yo me pierdo pensando en qué escribe, pero no quiero preguntar. Antes de seguir me mira, ahora sí, a los ojos. Un instante que se prolonga, se suspende en el correr de los segundos, en ese letargo que se convirtió su vida desde aquella vez. Me pide un vaso de agua y yo se que vienen todas esas interrogaciones que a vos te fastidian, pero no hay caso, me vence la paciencia, no me puedo negar. Sé muy bien que vos seguirías de largo como hiciste también aquella vez. No te culpo ni te juzgo, en el fondo yo quise este lugar. Le traigo el agua y el saca su pastilla, esa que tiene que tomar a las 2.37, ni un minuto más ni un minuto menos porque sería la catástrofe. Pero llego a tiempo, miro el segundero y le doy el agua, él controla con su reloj de pulsera y con cierta satisfacción bebe el agua que empuja la medicación. Esboza una sonrisa que yo sé que no tiene nada que ver con eso, ni conmigo ni con vos. Se que nunca lo voy a saber, pero ya no me importa, me resigno como vos que lo hiciste hace años. Me devuelve el vaso, y termina de anotar en su libreta vaya uno a saber qué cosa. La cierra y la guarda, luego le coloca a la birome el capuchón que tenía en su bolsillo y también lo aparta. Me mira por última vez antes de irse, sin saber que yo estaría preguntandome por él una vez más. Creo que sí, que tenias razón, pero ya nada tiene sentido.