domingo, 30 de agosto de 2009

Claustrofobia

¡Sáquenmee! ¡Tengo claustrofobia! ¡No me quiero hacer este estudio! Sí señor, ya lo saco. No, no quiero hacermelo. Bueno, ahora vaya con su mujer que le piden turno en uno abierto. No, esa no es mi mujer. Es una que encontré por ahí, pero no es mi mujer. Mi mujer se murió hace unos años, ya nada es lo mismo sin ella. Bueno, vaya que ahora le piden otro turno. Venga por aquí señor. Pero, ¿cómo es el otro? Es más abierto, no va a tener problema. ¿Ud. se hizo este estudio? ¿Se metió ahí dentro? Sí, me lo hice. No es nada, te acostás, cerras los ojos y ya está. Es un ratito. ¿Cuánto? Media hora. Más o menos. Bueno, vos porque sos joven, linda y tenes toda una vida por delante, yo para qué me lo voy a hacer. Para vivir una vida mejor -dijo ella entre indignada y dolida. Contenía las lagrimas y ante la mirada fría y distante de él dió media vuelta y se fue. Él entonces me miró y dijo que ya no quería vivir. Yo temí que mis ojos no le devolvieran la esperanza que necesitaba y que descubriera allí el mismo temor, el mismo encierro.

1 comentario:

Donde No Estás dijo...

Lo peor es que uno elige sus fobias.