martes, 18 de agosto de 2009

Todo es gracia

No podía mirarla. No podía verle los ojos, mantener su mirada. La contradicción misma que eso me provocaría me lo impedía, me lo impide. Tan sólo una niña. Todo mi mundo tambalea, trastabilla. Sudo, me arrodillo, miro Su cuerpo. Qué más. Ya nada es certero. La gente entra y sale, y pocos son los que quedan. Cuánta falsedad, qué ignominia la mía. Tomo una copa, ella me mira con compasión, yo no voy a mirarla. Qué hacer, qué decir. Unas campanas. Un crimen, un castigo. La soledad de unas pocas imágenes que sucumben ante la falta de devoción. ¿Y si sólo fuera eso? Pero no, no es eso. Y no es ese mi lugar. Ahora comprendo. Ahora no temo a la muerte. Ella se acerca, me toma la mano. Siento su calor y pareciera que el reino está entre nosotros. Qué mal he hecho. Una última copa. Siento el piso frío. Siento la necesidad de salir y ver el sol, una última vez.
Pero ahora ella es el sol.

No hay comentarios: