martes, 2 de diciembre de 2008

I n s t a n t a n e a - V I I

Siempre a la misma hora se para en el mismo lugar. Toma aire fresco. Su mano se extiende hacia atrás y se sostiene del marco de la puerta, como si no quisiera desprenderse del todo de ese su hogar.

Te dije que no. Subí, no ves que es peligroso. Vení, vení para acá.

A veces fuma, tan pausadamente, como si el tiempo no existiera, como si la tarde fuera sólo eso: el humo que se desprende y consume.

No quiero. Mirá, mirá lo que encontré.

Casi cómplice se atreve a mirarla, ella sin embargo no puede.

Él ahora se lo lleva del brazo, entreponiéndose entre ambos. Ella los mira de reojo, pero es solo un segundo que se desvanece. El cigarrillo se consumió y es hora de regresar a casa.

Ellos doblan la esquina, ella finalmente puede desprender su mano.

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