sábado, 4 de octubre de 2008

P a c i e n t e

Sus manos doblaban un pañuelo, lo giraba pausadamente. Una vez y otra, con una profundidad abismal. Una brecha que se abría entre ella y yo, entre eso que no puede decirse más que con un detalle. Un leve ralenti.
Me negaba su mirada. Se había escapado de su casa, de sus telas, de su familia y ahora quería hacerlo con todo. La memoria se perdía en esos recovecos sin nombre, no lugares.
No miraba, tal vez porque era demasiado. El mundo se le fragmentaba. Sus manos guardaron el pañuelo y ahora se aferraban a una cartera. Se apoyaba suavemente en esa pared que era lo único seguro en esa sala. Todo se caía.
Me había mirado y eso tal vez fue demasiado.

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