Era tarde. Él se ataba la corbata. Mal como siempre. No podía evitar el apuro, el espejo, la indiferencia. Se ataba. Se acomodaba, se miraba y se iba.
Era tarde para jugar. No lo entendían. Sus ojos no podían hacerlo. Un auto, un tren. Sólo un rato. A dormir. No y no.
Era tarde. Sin manos, sin ojos. Sin imagenes. Poco aire y un madero. Ni siquiera un después.
Después.
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