viernes, 23 de marzo de 2012

Cuarto de Hotel


Desperté y la vi a mi lado. Estaba una vez más en la misma cama y no pude entender cómo llegué a eso. Tiene que haber algo más que el paso del tiempo, traté de autocomplacerme pero sin resultado alguno. La vejez y su enfermedad habían sido como unas cadenas de las cuales no había podido escapar. Ni siquiera me creía tan humano. Algo más tenía que haber. Aquella habitación cada vez se me hacía más pequeña, como si las paredes se me vinieran encima, como si no tuviera otra opción que abrazarla y hacerle creer que todo estaría bien. Me levanté y comencé a vestirme, ella aun estaba dormida y yo no quise mirarla. Algo extraño encontraba en el estado vegetativo de Susana cuando dormía. A decir verdad despierta también. Algo en ella me inquietaba. A su lado me sentía como un gato impaciente pero sumiso al fin. Me acomodé la camisa mientras miraba el edificio de enfrente. ¡Vaya vista! Qué sería de la vida de aquellos inquilinos. Apuesto a que ninguno de ellos es feliz, como podrían serlo si cada mañana lo único que pueden ver por la ventana es una pared de ladrillos. Cuántos empleados de oficina, amas de casa aburridas de su vida, padres de familia y estudiantes frustrados. Nada es lo que aparenta. La recepcionista siempre me saluda con una sonrisa, siempre. Imagino que su rostro se transforma una vez que cruzo la puerta, sin embargo, no me da el placer de comprobarlo. Como Susana. Me pregunto qué pensará cuando calla, esos largos silencios donde mira a la nada o peor aun me mira fijo, como si fuera un potus o un ficus. A veces se queda mirando el techo y no me atrevo a preguntarle nada, ni siquiera a mirarla, tan solo pensar que pudiera voltearse y pillarme me da nauseas, qué decir, qué decirle. No sirvo para esas cosas. Me doy asco. Miro el reloj y ya es la hora, me tengo que ir. Susana despierta pero no me mira. Me acerco y le doy un beso en la frente. Agarro mi abrigo y me voy.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bueno!
-cris